viernes, 18 de noviembre de 2016

Sobre las despedidas


Quise en un primer momento evitar hablar de la muerte, sin embargo tal vez no haya otro evento más efectivo para generar despedidas.

La noticia de la muerte de alguien es un símbolo de perfecta despedida. La perfección no solo radica en el hecho de que se trata de una despedida sin esperanza de retorno, sino porque una despedida que está sucediendo sin que nosotros tengamos consciencia, es una despedida de gravedad ontológica. En el poema titulado Límites, del que expondremos un fragmento, escrito por Jorge Luis Borges, advertimos, entre sus muchos aciertos, el tema de la despedida inconsciente. (Digo MUCHOS aciertos corriendo el riesgo de que la palabra muchos sea demasiado modesta, más aun pecando porque la vanidad me invitó a juzgar la obra del maestro; en fin...)

Si para todo hay término y hay tasa 
y última vez y nunca más y olvido 
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, 
sin saberlo, nos hemos despedido? 

De todo lo antes dicho intuyo que toda despedida es un fin, un don y un boceto de la muerte, aun así hay despedidas que enmascaran muy bien su penumbroso origen y se viven con rimbombantes festejos, como por ejemplo las despedidas de soltero. Este es un evento en el cual quien está próximo a casarse asiste a una fiesta, comúnmente organizada por amigos que se encargan de elegir un lugar, decorarlo con imágenes licenciosas, contratar gentes que ofrezcan sexo a cambio de dinero, comprar mucha cantidad de estupefacientes y una vez satisfechos todos sus libertinos deseos duermen algunas horas y se preparan para jurar amor, cuidado y fidelidad a su pareja ante un juez, convocando como testigos y escoltas de su benevolencia a algunos de los que participaron en la juerga. La mayoría además se casa mediante un rito religioso, en el que a menudo el Dios que los gobierna, todo lo ve y todo lo sabe, de manera tal que así como Dios los une en sagrado matrimonio también fue testigo de las para nada sagradas diligencias cometidas en la despedida de soltero. Aun me pregunto si quienes llevan a cabo esta aparente contradicción son ateos que se someten al rito solo para complacer a familiares, son nihilistas libertinos, o sencillamente desconocen la legislación de su religión, que sea cual fuere, casi todas prometen grandes y perdurables pesares a quienes mientan, adulteren y traicionen.
   
Aprovecho el espacio para proponer que todo aquel que haya pasado cierta edad sin casarse sea merecedor de una fiesta celebrada en su nombre que bien se podría llamar: Despedida de toda idea de casamiento, y así despojar al soltero maduro del adjetivo: solterón, que algunas veces es usado con algo de malicia y muchísimas veces con envidia. 

En cuanto a la despedida en el saludo, el abrazo es una momentánea negación, una retención del despedido, esta es la razón por la que a menudo el que despide abraza más fuerte al que se va.
El hábito de decir hasta mañana parece fundarse en la esperanza o la certeza de un reencuentro próximo, irónicamente se utiliza mucho en el ámbito laboral, del que muchos desearían irse y no volver jamás, para todos ellos su máximo deseo es el despido laboral. 

Para finalizar, queridos lectores, les dejo el epitafio inscrito en la tumba de mi tío:

Te despedimos felices al saber que es voluntad divina que así sea, sin embargo, cuando veas a Dios dile que el estúpido de tu médico también colaboró mucho.




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