El celo es un sentimiento penumbroso que surge tras ponerse
en duda la idea de potestad y exclusividad que se tiene sobre una persona.
Dicen que el miedo no es tonto, y esto puede ser cierto
porque ocasionalmente es útil para prevenir algunos males, contrariamente,
los celos siempre son tontos y nunca reportan ninguna ayuda, principalmente,
porque a diferencia del miedo los celos no pueden profetizar ningún mal
venidero, solo pueden ayudarnos a comprobar una sospecha, y comprobar sospechas
es llegar tarde. Veamos:
El amor nos somete a un estado muy particular en el que
afloran la valentía, la alegría, el bienestar y el arrojo. Los enamorados
suelen sentir que la persona que aman es muy especial y que es una
verdadera fortuna que ese ser se haya fijado en ellos. Mientras todos estos
nobles sentimientos danzan en el interior del enamorado, se suman al bailongo
sentimental el temor, la razón y la especulación; es entonces cuando el
enamorado deja de disfrutar y comienza a cuestionarse si realmente lo aman como
él ama, si esa persona le pertenece, si acaso otro podrá descubrir lo
maravillosa que es su pareja, en definitiva la inseguridad se hace presente y
en lugar de trabajar sobre su inseguridad, el celoso, comienza a exigir insaciablemente
a su pareja, primero un cambio de vestuario, luego que no salga con amigos
y si quien está a su lado se dispone a conceder sus peticiones llegará a
extremos insólitos.
Yo tenía una novia (aunque usted no lo crea) que tuvo que
enfrentarse a la paradoja de los celos tras leer el mito de Procris y Céfalo,
que relata más o menos lo siguiente:
Procris y Céfalo estaban felizmente casados y se amaban
mutuamente. Una mañana el divino Céfalo fue a los bosques de Himeto a cazar y
allí fue visto por la hermosa Eos (la aurora) que se enamoró inmediatamente e
intentó seducirlo, sin embargo él no accedió a esta propuesta ya que su amor correspondía
a su esposa Procris, fue entonces cuando la diosa Eos le dijo: Vuelve a los
brazos de Procris, pero llegará el día que deplorarás haberla conocido. Con estas
palabras instauró el miedo en Céfalo que comenzó a preguntarse si su mujer
habría cumplido tan fielmente con su juramento de fidelidad. La inseguridad se
apropió de él y decidió poner a prueba a su mujer, cambiando su aspecto e intentando
seducirla haciéndose pasar por un extraño. Al llegar a Atenas intentó cautivar
de muchas maneras a Procris, y esta se resistió a todos las propuestas, sin
embargo, astuto y tenaz le ofreció regalos cada vez más valiosos, la persuadió
de la muerte de su marido e insistió con tal vigor, que la determinación de Procris
comenzó a debilitarse. Fue entonces cuando Céfalo confesó quien era y envuelto
en ira acusó a su mujer alegando que estaría dispuesta a engañarlo. La historia
sigue, pero hasta aquí es necesaria a los fines prácticos de este planteo. La enseñanza
de este mito, al menos de esta primera parte, es que la inseguridad siempre es
enemiga del buen juicio. También podemos pensar en una reacción bastante común
en los celosos que es la de exigir a su pareja, que las ame y trate como alguna
vez, sin comprender que los seres humanos estamos mutando todo el tiempo y es
imposible tal cosa porque hoy no somos el mismo de ayer, ni somos hoy el que
seremos mañana, es más, demasiado milagroso es el hecho de que la misma persona en sus diferentes mutaciones se haya enamorado y re enamorado de estos nuevos yo que nacen cada día (si es que esto es posible). En definitiva, Céfalo, sintió celos de sí mismo en vano. Tal vez
debería haber festejado que su esposa amó al Céfalo que fue y casi comienza a
amar al que es hoy.
Hay una tensión constante entre inseguridad y amor, porque
quien ama desea ser amado y sabe que su pareja puede enamorarse de otro (y no
precisamente de otro él, sino de otro OTRO) entonces pone en marcha su plan de restricciones: No salgas con amigos, no planees actividades sin mí, no me sueltes la mano al
caminar, no mires a la gente de la calle, no salgas a la calle, no salgas de
esta habitación, no mires ese programa de televisión, no pienses en otros, sométete
una lobotomía, pero que no te opere ese doctor que es demasiado mirón, mejor te
hago la cirugía yo mismo.
En definitiva la inseguridad es insaciable y la mejor
manera de vincularse sanamente con celosos es simplemente no ceder a sus
peticiones. En el caso de que le toque a usted ser el celoso, sepa que nada de
lo que exija le va a traer soluciones, debemos en este punto recordar aquel
pasaje de Las mil y una noches, en el que un poderoso genio tiene encerrada en
una caja de cristal a una hermosísima mujer y ésta aun así se las ingenió para traicionarlo con cien hombres diferentes. Usted podría pensar que entonces los celos
del genio eran consecuentes, yo diría que al genio le hubiese sido de mayor utilidad
la astucia que los celos, y este tal vez sea el mensaje definitivo para el
celoso: Si está enamorado y se quiere proteger porque sabe que sufriría mucho
padeciendo un desengaño, es mejor que aprenda a diferenciar el amor de otros sentimientos, que se instruya sobre las relaciones humanas y el funcionamiento de la
psiquis, porque créame, en el mundo hay muchos más cornudos celosos, que
cornudos confiados.
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