sábado, 26 de noviembre de 2016

Sobre los músicos


Los músicos, principalmente nosotros los malos, los que menos tenemos para ofrecer amamos la excentricidad. Tratamos todo el tiempo de diferenciarnos, de demostrar que somos músicos y somos capaces de arruinar cualquier fiesta de cumpleaños convirtiéndola en una demostración de nuestro desarrollo técnico, en sala de concierto o en una master class teórica de crítica músical y afines.
(Sepa disculpar el anglicismo innecesario querido lector, pero a los músicos nos encanta como suenan las palabras master class)

Entre los músicos populares cada uno debe acarrear un prejuicio, así por ejemplo los bateristas suelen ser considerados sub normales (probablemente porque su instrumento no es melódico ni armónico y rara vez desarrollan conocimientos en estas áreas). Los percusionistas con un desarrollo mental menor al de los bateristas se posicionan entre estos y el sonidista que es un músico frustrado. Los tecladistas amanerados, los guitarristas casi tan vanidosos como los cantantes. Los cantantes ya todos sabemos y los bajistas no importan porque nunca nadie jamás los escuchó. Al resto no los mencionamos porque son como los bajistas pero sin que nadie sepa como se llaman los instrumentos que tocan. Por supuesto estos son prejuicios propios del vulgo y este blog de ninguna manera avala tales oprobios.  

Los cantantes, principalmente quienes no son autores, suelen poner demasiado énfasis en su expresión corporal casi como queriendo demostrar que sus sentimientos al momento de interpretar son más perfectos que los que expone el texto de la canción. Se mueven estrepitosamente, no se privan de ningún gesto, pueden contraer su rostro admirablemente y parecen ser títeres de la letra de la canción; así si la canción dice: Me rompiste el corazón; llevan la mano al lado izquierdo de su pecho, demostrando no solo que padecen con el texto y están compenetrados; sino además, que tienen conocimientos anatómicos lo suficientemente vastos como para saber en qué lado del cuerpo se aloja el órgano. Toda esta serie de movimientos y gestos hacen creer al espectador que el intérprete se apasiona con su oficio, que deja toda su energía en cada interpretación, y que por tales razones es un muy buen cantante. En definitiva esto es una trampa típica que funciona muy bien y le voy a explicar por qué: 
Para valorar si alguien es buen cantante es necesario en primera instancia evaluar cuestiones técnicas comenzando por la afinación. Sin embargo para saber si alguien es afinado o no, necesitamos tener conocimientos de melodía, y para comprender a éstas nada es más recomendable que estudiar escalas. Pero con esto no alcanza, además será necesario conocer de armonía para evaluar si el cantante está usando bien las escalas con respecto a los acordes que suenan. Durante un período razonable de tiempo el espectador deberá estudiar y desarrollar nociones musicales, ser capaz de reconocer desafinaciones mínimas que comúnmente solo pueden reconocer algunos músicos y luego de este recorrido, tal vez, esté en condiciones de evaluar, por supuesto con grandes inconvenientes, si el interprete es buen o mal cantante. Como son muy pocos los que están dispuestos a estudiar música para ser buenos espectadores y muchos menos los que se privan de emitir juicios sobre temas de los que no tienen la menor idea, es mejor evaluar a los cantantes según la cantidad de veces que se lleven la mano al lado izquierdo del pecho cuando la letra de la canción diga: me rompiste el corazón

Cuando el show termina nada es más estimulante para los instrumentistas que pasearse entre los espectadores para recibir halagos y nada es más decepcionante que escuchar la frase: Cantaron muy bien. Esto indica que nadie le prestó la más mínima atención a ninguna otra cosa que no sea el cantante y su hipnótica mano sobre el lado izquierdo del pecho. 

En definitiva, considero que privarnos de emitir juicios sobre temas que no manejamos es lo más sano. También les recomiendo alejarse de quienes perseveren en el arte de hablar sin saber. Por todo esto le recomiendo que deje inmediatamente de leer este blog escrito por alguien que no sabe nada de nada. Aun así, para todos aquellos que no están dispuestos a aceptar mi consejo y aun siguen aquí les digo: ¡Hasta la semana que viene!  

(Crédulos... No voy a volver a escribir nunca más estas giladas)  


viernes, 18 de noviembre de 2016

Sobre las despedidas


Quise en un primer momento evitar hablar de la muerte, sin embargo tal vez no haya otro evento más efectivo para generar despedidas.

La noticia de la muerte de alguien es un símbolo de perfecta despedida. La perfección no solo radica en el hecho de que se trata de una despedida sin esperanza de retorno, sino porque una despedida que está sucediendo sin que nosotros tengamos consciencia, es una despedida de gravedad ontológica. En el poema titulado Límites, del que expondremos un fragmento, escrito por Jorge Luis Borges, advertimos, entre sus muchos aciertos, el tema de la despedida inconsciente. (Digo MUCHOS aciertos corriendo el riesgo de que la palabra muchos sea demasiado modesta, más aun pecando porque la vanidad me invitó a juzgar la obra del maestro; en fin...)

Si para todo hay término y hay tasa 
y última vez y nunca más y olvido 
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa, 
sin saberlo, nos hemos despedido? 

De todo lo antes dicho intuyo que toda despedida es un fin, un don y un boceto de la muerte, aun así hay despedidas que enmascaran muy bien su penumbroso origen y se viven con rimbombantes festejos, como por ejemplo las despedidas de soltero. Este es un evento en el cual quien está próximo a casarse asiste a una fiesta, comúnmente organizada por amigos que se encargan de elegir un lugar, decorarlo con imágenes licenciosas, contratar gentes que ofrezcan sexo a cambio de dinero, comprar mucha cantidad de estupefacientes y una vez satisfechos todos sus libertinos deseos duermen algunas horas y se preparan para jurar amor, cuidado y fidelidad a su pareja ante un juez, convocando como testigos y escoltas de su benevolencia a algunos de los que participaron en la juerga. La mayoría además se casa mediante un rito religioso, en el que a menudo el Dios que los gobierna, todo lo ve y todo lo sabe, de manera tal que así como Dios los une en sagrado matrimonio también fue testigo de las para nada sagradas diligencias cometidas en la despedida de soltero. Aun me pregunto si quienes llevan a cabo esta aparente contradicción son ateos que se someten al rito solo para complacer a familiares, son nihilistas libertinos, o sencillamente desconocen la legislación de su religión, que sea cual fuere, casi todas prometen grandes y perdurables pesares a quienes mientan, adulteren y traicionen.
   
Aprovecho el espacio para proponer que todo aquel que haya pasado cierta edad sin casarse sea merecedor de una fiesta celebrada en su nombre que bien se podría llamar: Despedida de toda idea de casamiento, y así despojar al soltero maduro del adjetivo: solterón, que algunas veces es usado con algo de malicia y muchísimas veces con envidia. 

En cuanto a la despedida en el saludo, el abrazo es una momentánea negación, una retención del despedido, esta es la razón por la que a menudo el que despide abraza más fuerte al que se va.
El hábito de decir hasta mañana parece fundarse en la esperanza o la certeza de un reencuentro próximo, irónicamente se utiliza mucho en el ámbito laboral, del que muchos desearían irse y no volver jamás, para todos ellos su máximo deseo es el despido laboral. 

Para finalizar, queridos lectores, les dejo el epitafio inscrito en la tumba de mi tío:

Te despedimos felices al saber que es voluntad divina que así sea, sin embargo, cuando veas a Dios dile que el estúpido de tu médico también colaboró mucho.




viernes, 11 de noviembre de 2016

Sobre la espera


Aunque algunos se hayan tomado el trabajo de acuñar frases como: En la dulce espera. Todos sabemos que ninguna espera es dulce y que los sentimientos que nos despierta van desde la simple ansiedad hasta la simple gana de zaherir inescrupulosamente con la impostación y potencia del rey Leónidas de la película 300 a todo aquel que nos someta a esperas prolongadas (y con prolongadas me refiero a mas de tres segundos). Sin embargo, según me aconseja mi yogui, es necesario encontrar la paz interior, respirar profundamente y analizar con detención el hecho de la espera, así que a él le dedicaré este monólogo. Veamos:

Quienes temen o detestan las largas esperas ya tienen su propia fobia, se llama macrofobia. Su nombre suena genial y la puede conseguir en cualquier atención al público del estado.

Etimológicamente la palabra espera está vinculada con la esperanza. Por ejemplo: uno tiene la esperanza de que el señor que atiende en el mostrador deje su teléfono un segundo, revise su facebook en su casa y atienda más rápido. Esa esperanza es la que nos mantiene en la fila y razón por la que no nos retiramos blasfemando e insultando a los progenitores del señor del mostrador.

No me detendré a analizar a qué clase de persona se le ocurrió inventar la sala de espera. Estoy seguro de que antes de ingresar al infierno hay una sala de espera de la que probablemente jamás salga el condenado, entonces ese será el castigo: La promesa de un colosal mal venidero, sentado eternamente en las desesperantes sillas de una sala de espera. 

Podemos sospechar que existe un gremio de adoradores de la espera, que lejos de pretender ordenar el tráfico solo coloca semáforos para someternos a su dogma cada cien metros. 

La espera está vinculada con la conciencia y no con el mero transcurrir del tiempo, su antónimo, lo inesperado, no es consciente, ahí radica su conmovedora efectividad, de cualquier modo tampoco es tan prometedor; sabemos que suceden cosas inesperadas y malas, entre éstas solo nos detendremos a citar a la muerte, que no siempre tiene el decoro de anunciarse mediante una enfermedad lo suficientemente prolongada como para permitirnos ordenar papeles, quemar poemas de nuestra autoría cuyo resultado no fue el esperado, instrumentar justas sucesiones y despedirnos de amigos y amantes (no cito la despedida de familiares porque estos comúnmente están, sin embargo los amigos y los amantes suelen ser impuntuales incluso para una cita fatal, además suelen no sentirse cómodos en el ámbito familiar y las citas en los bares suelen ser incómodas para el moribundo). 

La hermosa y fiel Penélope espera a su marido, Odiseo Rey de Ítaca que partió a la guerra de Troya. La guerra dura diez años y el retorno otros diez años más porque durante el viaje Odiseo se detuvo en una isla y cegó un ojo de Polifemo, que casualmente era un cíclope (o sea que cegando solo un ojo le bastó para cegarlo completamente) y para colmo de males, el cíclope era hijo de Poseidón, Dios de los mares; considerando que Odiseo reinaba una isla, viajar por mar era obligatorio (ya se imaginarán lo difícil que puso las cosas el papá del monstruo cegado). En definitiva el héroe tiene algunos contratiempos, muchas peleas, dos amantes, una de las cuales es la hermosa ninfa del mar Calipso con la que convive siete años hasta que finalmente los dioses se compadecen del héroe y le permiten retornar a su hogar después de veinte años. Mientras tanto Penélope, negada a aceptar la muerte de su marido tiene como huéspedes a múltiples pretendientes a los que les dice que accederá solo cuando termine de tejer un sudario en el que está trabajando. Para demorar la finalización del tejido Penélope teje durante el día y desteje por la noche, así finaliza el tejido veinte años después justo para la llegada de su marido con el que vivirán felices.
   
Los cristianos esperaron la llegada del hijo de Dios y hace dos milenios esperan una segunda visita, los judíos, menos dichosos en este sentido, aun esperan su mesías. Para los cristianos que tienen la esperanza de ser merecedores del paraíso es justo que el suicidio sea considerado pecado, de otra manera, ¿Quién soportaría vivir más de tres décadas esta vida teniendo la promesa de la perfecta dicha después de la muerte?

En definitiva, esto es lo que puedo decir al respecto de la espera. Descubrí que la vida se compone más de esperas que de la concreción de sucesos esperados y por tal razón es lícito intentar aprender a disfrutar de la espera que parece ser la materia prima de esta vida, aun así, querido profesor de yoga, si valiéndose de su supuesta filosofía oriental sigue llegando tarde a sus clases y encima tiene el tupé de mandarme a reflexionar sobre la espera le prometo que yo lo voy a aleccionar utilizando todo lo que me enseñó de karate otro compatriota suyo, tan profundo y filosófico como usted.

Atentamente: Uno de sus alumnos que además es cinturón negro en karate


viernes, 4 de noviembre de 2016

Sobre la justicia


En mi diccionario mental la justicia humana se define como: Injusto pero conveniente.

Sin embargo para el diccionario de la Real Academia Española, que suele ser tenido en cuenta por algunos excéntricos, las primeras definiciones de justicia son las siguientes:

1. f. Principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. 
2. f. Derecho, razón, equidad.

Suelo preguntarme, no por ese principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde, sino sobre quien será el poseedor de semejante lucidez como para descubrir qué le corresponde o pertenece a cada uno y dárselo. ¿Será el filósofo? ¿Será el santo? ¿Será el héroe? ¿Será el Juez? (no, el último de la lista lo puse para bromear, yo no soy supersticioso).

Hay diversas puertas para entrar en el conflicto que supone la justicia: 

Si el destino es el cumplimiento de una ley necesaria, podríamos deducir que el trágico destino de Edipo fue justo. También me resignaré a considerar que fue justo que me rechazara la chica más linda del curso en cuarto grado a pesar del profundo amor que sentía por ella. (¿Habrá sido justo que me ignore por jugar mal al fútbol y desconocer las técnicas necesarias para hacer piruetas en bicicleta? Yo creo que son razones contundentes. ¿Quién podría amar a alguien que no sabe hacer willy y se la pasa en el arco?

Podemos considerar que todo lo que sucede fue ideado por un ser perfecto, de manera tal que todo lo que suceda será justo (inclusive si nos tocó la peor parte) por que el perfecto en su perfecto plan así lo decidió. O podemos pensar que no existe ningún ser supremo y que sencillamente las cosas suceden, entonces la justicia universal será sencillamente lo que suceda y punto. 

El problema más evidente surge con la intención de impartir justicia. Si consideramos las teorías evolutivas, en algún momento dejamos de ser animales para convertirnos en animales pensantes, esa tensión generada entre el instinto animal y la razón humana no solo nos proporciona infelicidad cuando necesitamos evacuar y estamos lejos de casa, además es un gran problema a la hora de decidir que es justo y que no. Mientras que muchas leyes parecen estar demasiado contaminadas por el instinto animal otras se fundan en la típica debilidad resultado de la no aceptación del animal que somos. En definitiva, lo único que tienen en común todas las leyes de todos los estados del mundo es que en mayor o menor medida son injustas. Por supuesto hay instituciones menos atinadas que otras a la hora de impartir justicia. Respecto a la justicia militar nuestro querido Groucho Marx dijo:


La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.

En el plano institucional la idea utilitarista de que lo justo será lo que proporcione más placer a la mayor cantidad de personas va a ser defendida por el británico Jeremy Bentham quien enunciará frases como:

La naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el gobierno de dos amos soberanos: el dolor y el placer. Ellos nos señalan lo que tenemos que hacer, así como determinan lo que vamos a hacer. 

Sin embargo nuestro contemporáneo John Rawls dará otra vuelta de tuerca y considerará que la injusticia consistirá simplemente en las desigualdades que no benefician a todos. 

Para este blog, que no cree que sea necesario llamar justicia solo a lo que nos resulte conveniente, ni considera las modernas posturas, se limitará a seguir disfrutando de las injusticias convenientes y tratará de ser mesurado con sus exigencias, aunque seguramente sin demasiado éxito. 




viernes, 14 de octubre de 2016

Sobre la modestia


La modestia, aunque siempre bien vista, solo es buena cuando es justa.  

Más odiosa que la vanidad es la falsa modestia. Existen muchos matices para intentar comprender a la modestia, en primer lugar debemos resolver cuándo alguien es falsamente modesto y cuándo no.
Una persona es falsamente modesta cuando declara menos de lo que cree tener. En una persona justa hay congruencia entre lo poseído y lo declarado y a esto lo podemos llamar modestia. 

En el caso de que la modestia sea una virtud, y considerando que una virtud no puede ser además injusta, la modestia debería ser ante todo justa, por lo que un intelectual modesto diría: Soy intelectual. 
Según este planteo el resultado debería ser:

Modestia es el resultado de una autovaloración Justa.

En el caso de que la modestia fuese injusta ¿La podríamos llamar virtud?

¿Diría que es vanidosa la siguiente frase? 

Voy a ganar.

Ahora bien, si le aclaro que fue dicha por el boxeador Rocky Marciano quien tuvo 49 peleas de las cuales ganó 49. ¿Qué opina?
Yo diría que si hubiese perdido, sería vanidad. Como siempre ganó, solo se trató de una modesta anunciación, al menos si consideramos a la modestia como virtud y a la virtud como una capacidad con ansia de justicia.
El problema que surge a partir de esta concepción es que hay grandes dificultades para medir la erudición, la inteligencia y todo lo referente a lo mental y no material. 

Los menos perspicaces, corremos el riesgo de creer ser inteligentes, y declararlo abiertamente considerando que estamos haciendo justicia, cuando en realidad solo estamos enmarcando nuestra estupidez. (Pero este es otro asunto) 

En el caso de que la modestia consista en menospreciar públicamente algo poseído debemos decir que si un ignorante dice ser ignorante, no es modesto, es sencillamente justo. Por otro lado si una persona instruida dice ser ignorante, no está siendo justa, y esto, a lo que podríamos llamar modestia, es una devaluación que lejos de ser festejada por terceros debería ser, sino castigada, al menos mancillada.  Sin embargo debemos considerar que cuando Borges decía:

Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto: El día de mañana; algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas a la vez.
Es probable que la lúcida mente del maestro haya detectado sutilezas, invenciones y grandezas en obras de otros que no pudo plasmar jamás en las suyas. De manera tal que no sería modesto al modo de auto menospreciarse, sino modesto por aspirar a una autovaloración justa.


Alguna vez me animé a pensar que de los numerosos lectores que llegan a la obra de los grandes maestros, tal vez uno de ellos, alguna vez, logre comprender completamente lo que el autor quiso plasmar y lo que sintió. En tal caso, me gusta pensar que Borges fue el escritor y ese lector fue Ciorán.

Por supuesto para quienes toda sutileza pasa inadvertida, y toda erudición profunda es ajena, no nos es posible distinguir entre un sutil justamente modesto y un sutil vanidosamente modesto. De manera tal, que como todo lo escrito en este blog, este texto, también carece de valor y solo es anecdótico. 


viernes, 7 de octubre de 2016

Sobre el gusto por lo desconocido y el gusto por el conocimiento


Este insuficiente monólogo fue escrito después de oír una conversación que tenían dos mujeres en la fila del banco (Una de las dos sostenía en brazos a un pequeño que emanaba un olor pestilente, evidencia irrefutable de que necesitaba un urgente cambio de pañal).

El gusto por lo desconocido suele empujarnos al conocimiento, sin embargo y a pesar de que esto nos puede confundir haciéndonos creer que son lo mismo, voy a intentar exponer sus diferencias.

En las personas que gustan de lo desconocido el placer se genera saliendo a la búsqueda de cosas nuevas y se agota cuando las descubren, precisamente porque pierde su carácter de desconocido; es propio de temerarios y aventureros que suelen tener vidas solazadas y poco predecibles. Por el contrario el gusto por el conocimiento está vinculado con la razón y por tanto, en el más extremo de los casos, se necesita valentía para obtenerlo y jamás temeridad, aunque en la mayoría de los casos solo es necesario poseer disciplina, constancia y memoria.

La diferencia radica en cuan profundamente quieren conocer algo los amantes de lo desconocido y los amantes del conocimiento. A los primeros suele alcanzarle con reconocer algo mediante el uso de sus sentidos, a los segundos el reconocer algo mediante el tacto, la vista, el oído, el sabor o el olfato es solo el punto de partida para circunspectos estudios.  Mientras los amantes de lo desconocido viajan por primera vez a un país y diez minutos después de salir del aeropuerto afirman conocerlo, los amantes del conocimiento pueden pasarse la vida en ese país deambulando por sus bibliotecas, realizando mapas, entrevistando paisanos, investigando su historia y con gran cuidado se animan a declarar que conocen moderadamente esa nación. 

Si la diversión consiste en la variedad, fácilmente podemos admitir a los amantes de lo desconocido como personas más divertidas que los amantes del conocimiento. También suelen tener los amantes de lo desconocido vidas más intensas en lo que a sentimientos refiere. Recuerdo que cuando era adolescente, como casi todos los jóvenes, amante de lo desconocido, solía enamorarme en cada esquina y no pensaba ni un segundo antes de comenzar una relación amorosa, sin embargo ahora, cuando me enamoro de una mujer evalúo si es conveniente, si puede llegar a funcionar, si me va a robar demasiadas horas de estudio y mientras yo hago mis tabulaciones, la mujer ya está haciendo un safari en Kenia con un amante de lo desconocido.

La muerte representa para el amante de lo desconocido un reto más, por el contrario para los amantes del conocimiento, a sabiendas de que la muerte no es más que la extinción del proceso homeostático, se trata de una pésima noticia y es de temer. (A menos que sea un amante del conocimiento de la metafísica medieval o de teología, que en estos tiempos inscribe casi como una excentricidad).

Volviendo a las dos mujeres que inspiraron este monólogo le comento, querido lector, que una de ellas refiriéndose a su hijo de no más de dos años le decía a la otra: El niño es muy inquieto y curioso, donde ve algo desconocido, se acerca y lo toca, lo examina. Y su interlocutora respondió: Va a ser muy culto, ese gusto por lo desconocido es la razón por la que Einstein fue el más grande físico. 
Tal vez por llevar dentro de mí a una vieja chismosa reprimida, oí la conversación pero no dije todo esto que pensaba. Seguramente tampoco les hubiese importado mi poco contundente análisis. Pero lo más probable es que solo escribí esto porque siendo yo demasiado cobarde para arrojarme a lo desconocido y demasiado perezoso para salir a la búsqueda del conocimiento. Me sentí celoso por ver al más grande físico del futuro, rebosante de juventud y despreocupado de todo, inclusive del control de su esfínter.  


viernes, 23 de septiembre de 2016

Sobre la primavera


De todas las celebraciones, fiestas y conmemoraciones que he conocido, tanto populares y privadas como religiosas y paganas, ninguna me resulta más digna de ser festejada que la llegada de la primavera. Como fiel devoto de la primavera no me voy a privar de anunciar las razones de mi fervor.   

A diferencia de otras festividades de las que nos anoticiamos mediante el calendario, el advenimiento de la primavera comienza a anunciarse en nuestro cuerpo, es la única fiesta a la que no estamos invitados; estamos obligados. Los festejos del día de la primavera son festejos de realidad ontológica, y exceden el credo o religión de los vastos territorios en los que hace notar su presencia.

¿Qué otra celebración es más digna de festejos que aquella que surge desde nuestras entrañas sin siquiera nuestro consentimiento y que nos invita al amor? ¿Qué sentimiento es más digno que la felicidad, y más aquella de la que desconocemos su origen? 

La primavera ama a los jóvenes y los jóvenes aman a la primavera, y estos, conducidos por la pulsión primaveral jamás dejarán de rendirle culto. Los artistas tampoco se resistieron a sus encantos e intentaron enaltecerla: Vivaldi, Botticelli, Bouguereau, Millet, Monet, Machado, Lorca, Rodin y entre todos ellos quiero recordar especialmente a Pierre Aguste Cot que en el año 1873 pintó un óleo sobre lienzo titulado Primavera, que es tal vez la más conmovedora representación de la estación que contemplé en mi vida. En esta obra se logra captar la serenidad que hay en la potencia; y esto es tan primaveral. Los dos jóvenes hermosos, que podrían ser amantes, están columpiándose. De su romance nada sabremos, tendremos que imaginarlo, solo sabemos de su ánimo lúdico, de la belleza que hay en la inocencia, de la liviandad de sus cuerpos. Él es fuerte, lo sabemos por la firmeza con que sujeta la hamaca, no necesita esforzarse para sostenerla a ella que cuelga de sus hombros. Ella parece mirarlo, sin embargo, si nos aproximamos y observamos sus ojos, notaremos que su mirada parece perdida y así podemos recordar aquello que dijo Albert Einstein

La belleza no mira, sólo es mirada.

Quisiera seguir ahondando en los muchos detalles de esta obra; en sus muchos encantos y aciertos, pero por ser este blog gustoso de lo breve, me limitaré a decir gracias Pierre Aguste Cot, y que viva el amor, que viva la abundancia, que vivan los jóvenes, que viva la belleza, y que viva la primavera que se parece tanto a los anteriores.